Quizás todo
ocurra porque sí. O quizás no. Quizás, de vez en cuando, el cosmos se alinee de
determinada manera para trazar conexiones llamativas. Como las que se dieron en
ese intervalo de veinte días durante los cuales mi ensayo El Perú escindido se presentó en sociedad.
Veamos: la primera
presentación, en Figueres, se llevó a cabo el viernes 9 de noviembre; la
siguiente se efectuó en Madrid justo dos semanas después, nuevamente un
viernes. Pues bien, el viernes intermedio, día 16 de noviembre, se conmemoraban
480 años del célebre episodio de Cajamarca, ese primer encuentro formal entre
incas y españoles que recreo literariamente al inicio del ensayo intentando establecer el origen o la esencia del concepto que da
título al libro. No fue la única coincidencia. Porque apenas seis días después,
el jueves 29 de noviembre, presentábamos el libro en Barcelona. Casualmente, a
lo largo de esa semana, mientras consultaba algunos datos para la presentación,
caí en la cuenta de que José María Arguedas se suicidó el 28 de noviembre de
1969. Eso significa que justo el día antes de la presentación en Barcelona se
cumplieron 43 años de la muerte del escritor nacido en Andahuaylas.
Más allá de
estas coincidencias, que comenté, con mayor o menor detenimiento, en cada una
de las tres presentaciones, he de confesar que fueron unos días muy felices
para mí. Por lo que tenían de culminación de un proceso –la investigación y la
escritura– muchas veces arduo y solitario. Por la inevitable ilusión que
suponía presentar una primera obra en papel. Y porque en cada uno de los tres
escenarios estuvieron a mi lado personas que han tenido mucho que ver en la
gestación, el desarrollo y el éxito del ensayo.
El profesor Joan Manuel Soldevilla en un momento de su intervención. |
En Figueres
presentó el evento el profesor Joan Manuel Soldevilla Albertí, en cuyas clases
de Literatura Hispanoamericana en la Universitat de Girona encontré el estímulo
añadido para empezar a admirar sin concesiones a los escritores del boom. Lo digo en el libro: a él le debo
gran parte de esa pasión primera por la literatura en español producida al otro
lado del Atlántico. Fue difícil hablar tras su intervención, como siempre
lúcida, amena e impregnada de un humor muy sutil. Memorable la referencia,
cuando hablaba de que sus primeros recuerdos del continente americano se
relacionaban con la lectura de tebeos durante su infancia, a uno de los números
del Pato Donald y el Tío Gilito, originariamente titulado Lost in Andes y convertido por el traductor al español en Andes lo que andes, nunca andes por los
Andes. Entre los asistentes al acto, familiares, compañeros profesores y
varios exalumnos. Su cercanía y generosidad hicieron que fuera una velada
magnífica.
Parte del público asistente al espacio cultural La Cate de Figueres. |
En Madrid, fue
Miguel Ángel de Rus, editor de Ediciones Irreverentes y principal artífice de
la publicación del libro, el encargado de abrir la presentación. Habló sobre los
motivos que habían llevado al jurado del III Premio Rara Avis de Ensayo,
presidido por él, a premiar la obra. Realizó también una síntesis de las líneas
maestras del libro. Y enseguida me cedió la palabra. Cuando acabé mi
intervención, se inició un interesante debate, a raíz de la valoración de uno
de los asistentes, que echaba en falta una experiencia más directa sobre el
terreno para abordar en mayor profundidad algunas cuestiones. Alegué que nunca
pretendí que el libro fuera un estudio antropológico, sino que me propuse
analizar una de las múltiples resonancias –en este caso en el ámbito literario–
de la heterogeneidad y conflictividad sociocultural peruana. Allí tuve la
suerte de conocer a los escritores Helga Martínez Pallarés y David Skinner, y
al editor de Gens Ediciones Julio Jurado. Mi gratitud, también, para Vera
Kujareva, por hacerme, junto a Miguel Ángel, muy cómoda mi estancia en la
capital.
Ejemplares de El Perú escindido en la Casa del Libro de la calle Alcalá en Madrid. |
En Barcelona, presentó
el libro la profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona Helena
Usandizaga, quien en su día fue la directora del trabajo de investigación de
cuya gran parte se nutre El Perú
escindido. También lo digo en el libro: gracias a ella me adentré en la
cultura peruana hasta el punto de considerarla un poco mía, a pesar de no haber
estado nunca en Perú. En primer lugar habló de aquellos tres o cuatro años en
los que estuvimos en contacto, pero en el que yo me dejaba caer poco por la
UAB. Como dijo ella, me presentaba en su despacho, recogía la bibliografía y
después desaparecía durante una larga temporada en la que lo intentaba leer
todo. Tras esa anécdota, la profesora Usandizaga realizó una extraordinaria
disección del libro, en la que demostró su profusión de conocimientos acerca de
la realidad peruana. Me gustó especialmente la última parte de su discurso, en la que analizó cómo el impulso iniciado por Arguedas a favor del universo
indígena encontraba resonancias culturales contemporáneas en ámbitos como la
música. Tras su intervención y la mía, se inició un breve diálogo con alguno de
los asistentes, en el que se comentaron aspectos interesantes, relacionados,
principalmente, con el posicionamiento ideológico de Vargas Llosa en
determinados asuntos. No fue mucha gente, pero me sentí muy a gusto con los que
fueron: mi mujer Patricia, mi gran amigo Miguel, Josepa Albertí, Rubén
Esquivel, Gemma Pellicer, Jesus Esnaola, Hugo García Saritzu y algún otro que
me olvido. Mención especial para mis padres, que no pudieron ir a la de Figueres
y nos acompañaron desde Girona para poder asistir a esta.
La profesora Helena Usandizaga en un momento de su preciso análisis del libro. |
Algunos de los asistentes a la Librería Alibri de Barcelona. |
La librería Alibri, por cortesía de Torres, nos invitó a una copa de vino tras el evento. |
Quizás Girona sea la siguiente parada en el destino. Se verá.
Lo importante es que la experiencia de esos veinte días de noviembre me la
llevo en la cuenta de las grandes satisfacciones personales.
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